Ciertamente no hay necesidad de explicar por qué un viaje a Egipto es una experiencia que deja una marca profunda en el corazón y la memoria. Tumbas enterradas en la arena, pirámides austeras y templos faraónicos. La serpiente verde del Nilo avanzando en el desierto, un milagro de la naturaleza. Explosión de colores en las profundidades del Mar Rojo. Con todo lo demás.

Luxor, la antigua Tebas y el Valle de los Reyes, la necrópolis egipcia más famosa, con más de treinta tumbas, incluida la de Tutankamón. Alejandría, donde los sabios guardaban el conocimiento del mundo. El Canal de Suez, divisoria de aguas entre África y Asia en Oriente Medio. El Sinaí, una tierra disputada por las religiones monoteístas occidentales, una península de aspecto agreste y lunar.

El Cairo, la inmensa capital, con sus callejones y autopistas de cuatro carriles; techos de paja a tiro de piedra de rascacielos, antiguos bazares y cafés junto a modernos clubes y centros comerciales. En su recorrido por Egipto, verá un pasado que coexiste con la actualidad, en las calles y en la mirada de la gente.

¡Y qué pasado! El de una civilización que, en tres mil años de historia, ha recorrido el mundo y ha precedido la grandeza y las debilidades de la humanidad. De la escritura a las matemáticas, de la geografía a la ingeniería, de la astronomía a la agricultura: durante unas vacaciones en Egipto, se descubren los vestigios mejor conservados y estudiados de la historia humana.

Si intentaras hacer una lista de cosas que ver en Egipto, sería interminable. Asuán y Abu Simbel, custodiados por los cuatro colosos a la entrada, imagen de su constructor, Ramsés II. Saqqara y sus sarcófagos, Karnak y el templo de Amón, que data del 1600 a. C. Esna y Edfu, paradas imprescindibles en un crucero por el Nilo. El oasis de Siwa y el de al-Fayum, la primera puerta al desierto de Libia, el segundo jardín de los faraones.